Uno
de los aspectos más preocupantes del momento actual es el empobrecimiento de la
vida espiritual de la gente. Lo auténticamente espiritual es siempre creativo.
El declive de la creatividad se manifiesta en la actividad artística, ética,
política, urbanística….. No resulta, en
verdad, extraño que las máximas autoridades políticas sientan preocupación por
frenar la tendencia depauperante y fomentar una forma de educación en valores
que garantice un desarrollo cabal de la personalidad humana.
Quizás
no del todo ajenos al desempleo y sus consecuencias, la violencia juvenil, el
desarraigo y el recurso a la drogas (en los jóvenes) son también motivos de
especial preocupación. Deberíamos preguntarnos si los valores que estamos
inculcando a nuestros jóvenes son los más adecuados para su desarrollo
personal, y si no podemos hacer más para que nuestros hijos no estén sometidos
con frecuencia a mensajes moralmente empobrecedores, cuyos efectos son
socialmente negativos.
Educar
para la libertad y la responsabilidad no es tarea fácil si no nos afanamos
todos en desmontar esa presión social a la que la juventud es especialmente
sensible, y que entre todos hemos creado y aceptado. No obstante, sabemos que
nuestra juventud es capaz de grandes cosas: una juventud que trabaja y se
esfuerza, que es altruista y solidaría, que entrega su tiempo y sus recursos a
las causas de la cooperación, que incluso busca con desinterés admirable
aquellos lugares del Tercer Mundo en que su esfuerzo y su trabajo pueden dar de
más a quien tiene menos.
La
libertad es un bien deseable, pero a la vez constituye una llamada a la
responsabilidad, a tomar las riendas del propio destino. Ello hace que la
libertad nos aparezca como algo fundamental e indispensable en la vida.
La
libertad verdadera se afirma en la verdad.
La
verdad no puede verse como algo ajeno que se nos impone desde fuera. La verdad
es la patentización de la realidad. Ésta nos ofrece posibilidades para
ejercitar nuestras potencias y desarrollar nuestra personalidad. Al asumir
tales posibilidades, creamos con la realidad que nos las ofrece un campo de
juego común, y en éste se supera la desavenencia entre el dentro y el fuera.
Somos plenamente libres al servir a la verdad.
M:.M:. Héctor PINGLO GARCIA
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